sábado, 5 de junio de 2010

CACHÉ

Título: Caché
Año: 2005
Dir: Michael Haneke
Rep: Daniel Auteuil, Juliette Binoche, Maurice Bénichou
Prod: Les films du Losagne



Nota: Trataré de ser honesta, lo cual me dejará en peor lugar. Me gusta Michael Haneke, me gustan sus finales. Siendo consciente de eso, trataré de escribir una crítica decentemente.




Caché (Escondido) empieza con un plano fijo de lo que parece ser una calle cualquiera. Pero resulta ser la entrada de la casa de los protagonistas, más que eso, una grabación de la entrada de la casa de los protagonistas. Desde el principio Michael Haneke deja claro que esta jugando con el espectador, que pensaba que había empezado la película.
La cinta la mandan de forma anónima a una familia burguesa de París. Desde la llegada de la primera cinta, cada vez se sienten más amenazados, pero sólo Georges (el patriarca) sabe porqué pueden estar mandándolas. Durante una de las clases, se reflexionó sobre quién mandaría las cintas en realidad, me gustó mucho la idea de que era el propio Haneke el que las mandaba para hacer avanzar la trama. Para que el protagonista se sintiera cada vez más atormentado. Yo misma sugerí que era el propio Georges el que se las mandaba, lo dije sin pensar mucho. Es imposible, por supuesto, pero es divertido fantasear con las diferentes posibilidades.
Eso es algo que siempre nos regala Haneke, finales abiertos. Es muy estimulante terminar una película y poder pasar las horas imaginando qué pasó en realidad, qué pasaría después cuando las cámaras vuelven al estudio y la historia continúa.

El protagonista sospecha de un chico argelino que estuvo viviendo en su casa cuando era pequeño, y al que traicionó cruelmente para que dejara de estar en su casa. Georges pasa por varios estadios durante la película; miedo, desconcierto, ira, odio, culpabilidad, indiferencia, terror... Pero se podría decir que todo gira en torno a la conciencia de Georges y a la sensación de culpabilidad. El espectador se pregunta durante gran parte de la película qué fue eso tan horrible que le hizo a aquel niño en la granja. Una sensación de desasosiego que nos persigue incansable durante toda la película, y después de ella.
Recuerdo que la primera vez que la vi, lo que más me impactó fue el suicidio de Majid en la cocina. La segunda vez, estaba deseando que llegase esa escena para comprobar si realmente era como recordaba, y si sentiría lo mismo al verla. Es sin duda el mejor suicidio en cine que he visto nunca, algo que no te esperas, realizado con una maestría que pocos podrían llegar a alcanzar (con mucho respeto a la fantástica primera escena de Celda 211).
Y de nuevo, al final, Micheal Haneke nos deja con la duda con ese plano fijo del instituto del joven Pierrot. Tuvieron que decirme que el hijo de Majid aparecía hablando con él. Yo no me di cuenta. Pero siempre nos preguntaremos ¿Qué le estará contando a ese chico?.

Me quedo con lo que dijo Haneke en una entrevista: "El papel del cineasta es rascar donde duele, desvelar lo que no se quiere saber ni ver"

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